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jueves, 4 de febrero de 2021

Pasteles de nata (Pasteis de Belem)

 


Seguro que habéis probado en alguna ocasión los "pasteis de nata" portugueses o, al menos, oído hablar alguna vez de ellos: son unas pequeñas tartaletas de hojaldre, rellenas de crema pastelera tostada en el horno y que se sirven acompañadas de canela o azúcar glasé para espolvorear.

 Yo los conocí hace unos años, en una escapada que hicimos a Lisboa. Fueron cuatro días en los que caminamos mucho, muchísimo, como siempre: nos gusta conocer las ciudades a pie, y el primer día suele ser matador porque nos domina el ansia de ver cosas nuevas. En los descansos, reponíamos líquidos (era mediados de julio, calor abrasador) y comíamos pasteles de nata. En cualquier tiendecilla vendían estos deliciosos pastelitos, y yo tenía que hacer la cata de rigor.




Os confieso que los que menos me gustaron fueron los más famosos: los de Belém. Es posible que influyera que el día que nos acercamos a esa zona se nos ocurrió hacer dos horas de cola al sol para entrar en la Torre de Belém, (recordad: julio, calor abrasador) cosa que no recomiendo ni a mi peor enemigo. Cuando por fin entramos, el interior y las vistas me resultaron decepcionantes, y de saberlo, hubiese ido el día que estaba cerrada al público, para pasear por los alrededores y hacerle fotos sin tanta gente por allí.

Bien, pues después de la visita a la torre, nos fuimos a comer algo y yo quise tomar el postre en la fábrica dos Pasteis de Belém. Nuevo error. El modus operandi allí es pagar el ticket de la consumición y después sentarse a tomar lo que hayas pedido. Y sentarse fue una tarea imposible: hordas de gente por todas partes hicieron que tras muchas vueltas nos comiéramos los pastelitos de pie, en la calle, sin café ni nada. Así que no me supieron muy buenos, pero claro, hay que tener en cuenta la situación. Por eso recuerdo con deleite todos los pasteis de nata que comí en Lisboa, menos ese.

La receta original, del siglo XIX, es super secreta. Se cree que fueron creados por los monjes del Monasterio de los Jerónimos (la visita al monasterio sí que os la recomiendo, ¡aunque tengáis que hacer cola!) y que uno de esos monjes la vendió al empresario que abrió la casa Pasteis de Belém. Por eso en Belém encontraréis estos pastelillos como "pasteis de Belém", los auténticos, y en el resto de tiendas de Lisboa los veréis como "pasteis de nata". 



Para los pasteis de nata:


1 lámina de hojaldre

350 ml de leche

200 ml de nata líquida para montar

4 yemas

140g de azúcar

45g de maizena

1 palo de canela

Ralladura de medio limón (o unas gotas de esencia de vainilla o media vaina raspada, si lo preferís)


Tradicional: batimos las yemas con el azúcar, la maicena y un chorro de leche. Lo ponemos en un cazo a fuego medio junto con el resto de la leche, la nata, la canela y la ralladura de limón o vainilla. Lo cocemos un rato hasta que espese, sin dejar de batir con las varillas. Cuando haya espesado, apartamos del fuego y tapamos con film mientras preparamos el hojaldre.


Thermomix: ponemos en el vaso la leche, la nata, el azúcar, la maizana y las yemas y mezclamos 6 segundos a velocidad 6. Ponemos la mariposa, añadimos el palo de canela y la ralladura de limón o la vainilla y programamos 16 minutos, 90º, vel. 1 y 1/2.



Extendemos la lámina de hojaldre y cortamos círculos de unos 10cm de diámetro. (Reamasamos los recortes para hacer más círculos, hasta que se nos acabe.)

Engrasamos unos moldes de tartaleta o una bandeja para muffins y colocamos encima el hojaldre, forrando fondo y lateral de cada moldecito. Rellenamos casi hasta arriba con la crema, de la que habremos retirado el palo de canela.

Precalentamos el horno a 200 grados, por arriba y por abajo. Horneamos 15 minutos en el tercio inferior del horno, y luego subimos un poco la bandeja hacia la parte superior durante 5 minutos más, para que se tueste la superficie.




Veréis que durante la cocción la parte de la crema pude inflarse, pero cuando saquemos los pasteles y enfríen, bajará.

Una vez fuera del horno, podemos prepara un almíbar calentando 3 cucharadas de agua con una de azúcar y pincelar los pastelitos para que brillen.

A la hora de servir, podemos espolvorear canela o azúcar glasé. 




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